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El cazador del búfalo blanco captura un premio negro
En la jerga de los cronistas de sucesos un 'búfalo blanco' es la gran historia, la exclusiva con la que entras a la historia del periodismo. Carles Quílez lleva 20 años cazando búfalos y, en sus ratos libres, los convierte en novelas negras «sin ficción».
Con la última, 'La solitud de Patrícia', se lleva el Premi Crims de Tinta
MATÍAS NÉSPOLO
Patrícia tiene 36 años y periódicas crisis de ansiedad. Duerme poco y mal, su vida social es una asco -por inexistente- y sólo la mantiene en pie una obsesión: su trabajo. Patrícia es cronista de sucesos en un periódico barcelonés y es condenadamente buena en lo suyo. Más que una reportera es un sabueso de la noticia de la vieja escuela, romántica e infatigable.
La obsesión de Patrícia es cazar un búfalo blanco. Así se dice en el argot de redacciones cuando tienes la noticia de tu vida, la exclusiva con la que te forjas un hueco en la historia del periodismo. Pero cuando la reportera finalmente captura su búfalo, todo su mundo y su propia integridad física están en juego y ya es demasiado tarde para arrepentirse. Su garganta profunda de los Mos-sos d'Esquadra le filtra la detención de una pareja de nacionalidad francesa portadores de un arma sofisticada a prueba de escáner y detectores, como los que se suelen utilizar para cometer un magnicidio. Los detenidos, además, trabajan a las órdenes del servicio de inteligencia francés. Y, paralelamente, los Mossos detienen a un violador asesino de prostitutas en las inmediaciones del Camp Nou. Dos casos sin relación aparente, pero Patrícia y su informante comienzan a recibir presiones y amenazas de la misma mano poderosa en las sombras que intenta entorpecer la investigación de ambos asuntos.
De eso trata La solitud de Patrícia (La Magrana), la última novela de Carles Quílez (Barcelona, 1966), un reportero de crónica negra (jefe de la sección de investigación de la Cadena Ser) que lleva casi 20 años a la caza del búfalo blanco. «He cazado muchos búfalos, pero creo que ninguno blanco. Y si lo hubiese hecho, seguramente querría uno más grande», bromea el autor de Psicópata (2005) y Mala vida (2007). Novela esta última con la que compite, como finalista, el Premio Internacional Rodolfo Walsh, en la Semana Negra de Gijón que arranca mañana.
Pero si el cazador aún no tiene su presa blanca, ya cuenta con un premio negro, porque La solitud de Patrícia se ha llevado la segunda edición del Premi Crims de Tinta, que organiza el Departamento de Interior catalán y la editorial RBA. De más está decir que Quílez construye sus novelas negras con elmismo material de sus cacerías. «Juego a la no ficción», corrobora. «En literatura, mi búfalo blanco no es otro que A sangre fría, el talento y la valentía de Truman Capote». De hecho, la novela se basa en un caso real de magnicidio, cuyo imputado fue bautizado por los Mossos en el transcurso de la investigación como «El Chacal». «Los atestados judiciales que incluyo en la novela son prácticamente literales», informa el autor de las novelas Cop a la Virreina y Piel de policía, escritas a cuatro manos con Andreu Martín. Un recurso muy utilizado por James Ellroy y Michael Connelly, a los que Quílez les dedica el guiño. «No por casualidad ambos también fueron periodistas», apunta.
A su vez, la protagonista tiene mucho de varias cronistas barcelonesas de sucesos de carne y hueso. «Pero se parece más a una Patrícia que conozco bien que se llama Carles Quílez», bromea el escritor. «Es una novela poliédrica porque también trata de la emancipación laboral de la mujer y de la celeridad en la que vivimos que a menudo nos hace olvidar de lo que es realmente prioritario en nuestras vidas», añade.
Lo cierto es que en el tono «duro y desolado» de La solitud de Patrícia viene una buena dosis de «crítica y autocrítica a la profesión», porque «el periodista romántico y de vieja escuela que cuestiona los poderes establecidos acaba siendo un problema para el medio para el cual trabaja».
Ya no se trata entonces de cazar un gran búfalo blanco al estilo del Watergate, «sino de agriarle la cena a algún político», dice Quílez. Y la misma ética del luchador que no se rinde, a pesar de la desproporción de los poderes fácticos a los que se enfrenta, la aplica también a la literatura. En definitiva, «la filosofía de la novela negra es desentrañar la corruptela del poder político, económico o financiero, para que se haga justicia», concluye el cazador.
Hombre naufrago...que pregunta..elnaufrago13 escribió:Y el cni sabia algo de esto????