Casos Cerrados
Publicado: 28 Nov 2008 22:57
No pretendo solucionar el asesinato de Máximo, no soy tan iluso pero lo mismo se puede conseguir información que pueda conducir a los asesinos.
Su hija, Pilar, busca a los asesinos desde aquel mismo día. Y no es una exageración.
En la historia que cuenta en el artículo no dice que siendo menor de edad consiguió un piso y se echó la familia a la espalda. Una mujer admirable, -y no exagero lo más mínimo-.
¿Quienes formaban la cúpula de la eta en esas fechas?
¿Que "comandos" estaban activos?
¿Quienes eran los componentes de esos comandos?
¿Cuando fueron detenidos?
¿Alguno se libró de la detención?.
Con la ley en la mano hoy no se podría juzgar a los asesinos aunque confesaran en el telediario de las 9 de la noche. Hoy no. Pero quien sabe en el futuro.
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«Murió por proteger a España y no le han hecho justicia»
Carta de la hija del policía Máximo Díaz Bardera, cuando se cumplen 23 años de su asesinato a manos de ETA, en la que la joven relata su sufrimiento y denuncia que el delito haya prescrito
«Hoy es martes, 21 de mayo de 1985. Acabo de salir del cole y estoy esperando a que mi papá venga a buscarme. Se llama Máximo Díaz Bardera y es policía desde el año 1973, con 23 años. Es el mejor papá del mundo y el mejor policía. En mi familia somos cinco personas: mi papá tiene 35 años, mamá tiene 30 años, yo soy la mayor de tres hermanos y tengo 8 años, y mis dos hermanos tienen 6 y 3 años. Somos una familia feliz.
¡Jo! mi papá se está retrasando y él siempre es puntual.
Vivimos en casas cuartel, donde todos los papás de los niños son policías. Me gusta jugar con mis amigos, pero algunos días no podemos jugar ni ir al colegio y tenemos que estar en casa porque mi papá me ha dicho que hay unas personas muy malas que nos quieren hacer daño porque somos España. Hay días que sí podemos jugar porque hay unos señores de uniforme, que tienen metralletas y que nos cuidan para que no nos hagan cosas malas los etarras.
Mi papá tarda mucho, los demás niños ya se han ido con sus papas y mi papá no ha venido todavía.
Donde yo vivo, las mamás tampoco pueden ir a comprar a las tiendas
porque las tratan mal y no les quieren vender comida. Por eso, tenemos un economato de la policía donde compramos las cosas.
Mi papá, como es el mejor papá, los días que tiene libres nos lleva a Navarra y a Logroño para poder caminar juntos por la calle como personas libres.
Estoy sola en el patio. No lo entiendo. Mi papá no viene. Pero va a venir, porque la palabra de mi papá es ley y si me dijo que venía es que va a venir.
Pues verán ustedes, mi padre no vino a buscarme esa tarde al colegio, tuve que irme sola a casa. Pero tampoco vino a casa esa noche... Mi padre no volvió a casa nunca más porque la tarde del martes, 21 de mayo de 1985, la banda terrorista de extrema izquierda ETA, asesinó a dos hombres buenos: a mi padre, Máximo Díaz Bardera, y a su compañero y amigo, Francisco Rivas López.
Los dos habían ido a dar un paseo al Monte Ulía. Mi padre había cogido unas flores para mamá y para que yo, su hija María del Pilar, le llevara flores a la Virgen, porque el mes de mayo, para los católicos, es el mes de María. Y la ETA les asesinó. ETA nos asesinó a todos ese día. Desde entonces, mi padre y su compañero yacen en una injusticia perpetua.
Mi padre quedó tendido junto a las flores que había cogido para mí...Y veinte años después, una mañana me levanté como tantas otras mañanas, después de haber estado toda la noche llorando desconsoladamente en mi habitación, me lavé la cara y me puse guapa, para que mamá y los niños no se dieran cuenta de mi sufrimiento.
Escuché en la radio que un tal Alcaraz convocaba a todas las víctimas del terrorismo y a los españoles de bien a salir a la calle para reivindicar «MEMORIA, DIGNIDAD Y JUSTICIA», para que no se negociara con terroristas.
Aquella mañana, gracias a Dios y a F. J. Alcaraz, mi vida empezó a ser distinta. Aquella mañana, la sangre de mi padre, que es la que hace que lata mi corazón, me hizo fuerte y valiente para salir a la calle ese día y muchos otros más después de aquél.
Con gran honor y orgullo, y con un agradecimiento infinito puedo decir que siempre compartí primera línea de combate con Alcaraz, y siempre estuve codo con codo en todas las manifestaciones de su rebelión cívica y de su extraordinaria y maravillosa Junta directiva.
Y entre zafarrancho y zafarrancho, conocí a una mujer coraje, que se llama Manuela Rubio Valero, que es abogado de la AVT, y que ahora, además, es mi amiga. Entablando conversación, le comenté mi caso: con ocho años tuve que enterrar a mi papá, Máximo Díaz Bardera, porque esos repugnantes asesinos cobardes de la ETA le asesinaron por la espalda el 21 de mayo de 1985, junto a su amigo Francisco Rivas López.
Cuando asesinaron a papá, yo ocupe su lugar, dejando de ser una niña de ocho años para ser el cabeza de familia. Mis hermanos y yo no tuvimos más alternativa que ingresar en colegios de huérfanos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y de las Fuerzas Armadas. En ellos hemos permanecido internos, hasta hace poco tiempo, cuando, gracias a la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo del gobierno de Aznar, pude comprar una casa y reunir en ella a mi familia.
Después de reconstruir los pedazos que esos repugnantes asesinos cobardes de la ETA dejaron de mi familia y de mí, el amor de una hija a su padre me llevó a reivindicar: Memoria, Dignidad y Justicia.
Mi abogada y amiga, Manuela y yo, empezamos a buscar respuestas sobre el atentado de papá, ya que desde el asesinato, mi familia y yo nunca hemos recibido información de ningún tipo por parte de las instituciones publicas.
Y todo, para descubrir que el asesinato de mi padre ha prescrito, lo que implica que los asesinos nunca serán juzgados. Mi padre juró proteger a España y a los españoles de bien, y ¡vive Dios, que cumplió su palabra! A papá le asesinaron por ser España, porque su uniforme representa el Estado de Derecho español, el Orden y la Ley.
Y en agradecimiento a sus servicios prestados a España, ni España, ni el Estado de Derecho español, ni el Orden, ni la Ley han hecho justicia a un hombre bueno, como papá, ni a otros muchos hombres buenos, que además, para mayor indignación, eran sacados en sus féretros por la puerta de atrás de las iglesias, a hurtadillas.
Con un gran abatimiento y con un sentimiento de desolación y desconsuelo absolutos. Con un inmenso dolor en mi corazón y en mi alma, me veo en la necesidad de denunciar esta aberración legal que permite la prescripción de los delitos de terrorismo».
María del Pilar Díaz Ríos es hija del Policía Nacional Máximo Díaz Bardera, asesinado por los etarras el 21 de mayo de 1985.
Su hija, Pilar, busca a los asesinos desde aquel mismo día. Y no es una exageración.
En la historia que cuenta en el artículo no dice que siendo menor de edad consiguió un piso y se echó la familia a la espalda. Una mujer admirable, -y no exagero lo más mínimo-.
¿Quienes formaban la cúpula de la eta en esas fechas?
¿Que "comandos" estaban activos?
¿Quienes eran los componentes de esos comandos?
¿Cuando fueron detenidos?
¿Alguno se libró de la detención?.
Con la ley en la mano hoy no se podría juzgar a los asesinos aunque confesaran en el telediario de las 9 de la noche. Hoy no. Pero quien sabe en el futuro.
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«Murió por proteger a España y no le han hecho justicia»
Carta de la hija del policía Máximo Díaz Bardera, cuando se cumplen 23 años de su asesinato a manos de ETA, en la que la joven relata su sufrimiento y denuncia que el delito haya prescrito
«Hoy es martes, 21 de mayo de 1985. Acabo de salir del cole y estoy esperando a que mi papá venga a buscarme. Se llama Máximo Díaz Bardera y es policía desde el año 1973, con 23 años. Es el mejor papá del mundo y el mejor policía. En mi familia somos cinco personas: mi papá tiene 35 años, mamá tiene 30 años, yo soy la mayor de tres hermanos y tengo 8 años, y mis dos hermanos tienen 6 y 3 años. Somos una familia feliz.
¡Jo! mi papá se está retrasando y él siempre es puntual.
Vivimos en casas cuartel, donde todos los papás de los niños son policías. Me gusta jugar con mis amigos, pero algunos días no podemos jugar ni ir al colegio y tenemos que estar en casa porque mi papá me ha dicho que hay unas personas muy malas que nos quieren hacer daño porque somos España. Hay días que sí podemos jugar porque hay unos señores de uniforme, que tienen metralletas y que nos cuidan para que no nos hagan cosas malas los etarras.
Mi papá tarda mucho, los demás niños ya se han ido con sus papas y mi papá no ha venido todavía.
Donde yo vivo, las mamás tampoco pueden ir a comprar a las tiendas
porque las tratan mal y no les quieren vender comida. Por eso, tenemos un economato de la policía donde compramos las cosas.
Mi papá, como es el mejor papá, los días que tiene libres nos lleva a Navarra y a Logroño para poder caminar juntos por la calle como personas libres.
Estoy sola en el patio. No lo entiendo. Mi papá no viene. Pero va a venir, porque la palabra de mi papá es ley y si me dijo que venía es que va a venir.
Pues verán ustedes, mi padre no vino a buscarme esa tarde al colegio, tuve que irme sola a casa. Pero tampoco vino a casa esa noche... Mi padre no volvió a casa nunca más porque la tarde del martes, 21 de mayo de 1985, la banda terrorista de extrema izquierda ETA, asesinó a dos hombres buenos: a mi padre, Máximo Díaz Bardera, y a su compañero y amigo, Francisco Rivas López.
Los dos habían ido a dar un paseo al Monte Ulía. Mi padre había cogido unas flores para mamá y para que yo, su hija María del Pilar, le llevara flores a la Virgen, porque el mes de mayo, para los católicos, es el mes de María. Y la ETA les asesinó. ETA nos asesinó a todos ese día. Desde entonces, mi padre y su compañero yacen en una injusticia perpetua.
Mi padre quedó tendido junto a las flores que había cogido para mí...Y veinte años después, una mañana me levanté como tantas otras mañanas, después de haber estado toda la noche llorando desconsoladamente en mi habitación, me lavé la cara y me puse guapa, para que mamá y los niños no se dieran cuenta de mi sufrimiento.
Escuché en la radio que un tal Alcaraz convocaba a todas las víctimas del terrorismo y a los españoles de bien a salir a la calle para reivindicar «MEMORIA, DIGNIDAD Y JUSTICIA», para que no se negociara con terroristas.
Aquella mañana, gracias a Dios y a F. J. Alcaraz, mi vida empezó a ser distinta. Aquella mañana, la sangre de mi padre, que es la que hace que lata mi corazón, me hizo fuerte y valiente para salir a la calle ese día y muchos otros más después de aquél.
Con gran honor y orgullo, y con un agradecimiento infinito puedo decir que siempre compartí primera línea de combate con Alcaraz, y siempre estuve codo con codo en todas las manifestaciones de su rebelión cívica y de su extraordinaria y maravillosa Junta directiva.
Y entre zafarrancho y zafarrancho, conocí a una mujer coraje, que se llama Manuela Rubio Valero, que es abogado de la AVT, y que ahora, además, es mi amiga. Entablando conversación, le comenté mi caso: con ocho años tuve que enterrar a mi papá, Máximo Díaz Bardera, porque esos repugnantes asesinos cobardes de la ETA le asesinaron por la espalda el 21 de mayo de 1985, junto a su amigo Francisco Rivas López.
Cuando asesinaron a papá, yo ocupe su lugar, dejando de ser una niña de ocho años para ser el cabeza de familia. Mis hermanos y yo no tuvimos más alternativa que ingresar en colegios de huérfanos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y de las Fuerzas Armadas. En ellos hemos permanecido internos, hasta hace poco tiempo, cuando, gracias a la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo del gobierno de Aznar, pude comprar una casa y reunir en ella a mi familia.
Después de reconstruir los pedazos que esos repugnantes asesinos cobardes de la ETA dejaron de mi familia y de mí, el amor de una hija a su padre me llevó a reivindicar: Memoria, Dignidad y Justicia.
Mi abogada y amiga, Manuela y yo, empezamos a buscar respuestas sobre el atentado de papá, ya que desde el asesinato, mi familia y yo nunca hemos recibido información de ningún tipo por parte de las instituciones publicas.
Y todo, para descubrir que el asesinato de mi padre ha prescrito, lo que implica que los asesinos nunca serán juzgados. Mi padre juró proteger a España y a los españoles de bien, y ¡vive Dios, que cumplió su palabra! A papá le asesinaron por ser España, porque su uniforme representa el Estado de Derecho español, el Orden y la Ley.
Y en agradecimiento a sus servicios prestados a España, ni España, ni el Estado de Derecho español, ni el Orden, ni la Ley han hecho justicia a un hombre bueno, como papá, ni a otros muchos hombres buenos, que además, para mayor indignación, eran sacados en sus féretros por la puerta de atrás de las iglesias, a hurtadillas.
Con un gran abatimiento y con un sentimiento de desolación y desconsuelo absolutos. Con un inmenso dolor en mi corazón y en mi alma, me veo en la necesidad de denunciar esta aberración legal que permite la prescripción de los delitos de terrorismo».
María del Pilar Díaz Ríos es hija del Policía Nacional Máximo Díaz Bardera, asesinado por los etarras el 21 de mayo de 1985.