Publicado: 27 May 2007 13:34
¡Hemos llegado al hielo!. Rápidamente, la combinación de chaff y los múltiples ecos del hielo engañan al segundo R-73, pero ahora vemos ya a nuestro último perseguidor claramente. Y acaba de lanzarnos un R-77 de infrarrojos. Está muy cerca y vamos a recurrir a una maniobra de último recurso. Trepamos hacia el sol, lanzamos bengalas y volvemos a picar hacia el hielo. La combinación del magnesio de las bengalas y la pequeña bola blanca que es el sol engaña al tercer misil. A nuestro perseguidor sólo le queda el cañón y un último R-77. Y su estrepada supersónica hace que tenga poco combustible. Hay que aguantar. El piloto ruso ve nuestra maniobra y cambia de táctica. Reduce su velocidad a 700 km/h y se va acercando poco a poco. Es el momento del cañón.
A bordo del Turbulent, la vida sigue, los torpedistas están recargando nuestros cinco tubos con Spearfish y haciendo las últimas comprobaciones de rigor. Un torpedo fallido puede suponer la muerte. En el siglo XVII, los soldados del Rey decían: "La tuya suerte es la mía muerte". No debe haber errores.
Tenemos al Flanker a 500 metros y ya no hay nada que hacer. El piloto va a intentar maniobrar a baja cota para esquivar el cañón, pero contra él no hay contramedidas. Llega el momento de las confesiones. ¿Te acuerdas de la rubia del comedor de oficiales que era tu novia?. Sí. Fui yo. Al menos moriremos con la conciencia tranquila. El piloto empieza a hacer giros, vueltas y revueltas a 30 metros de altura. El ruso no se complica la vida. Despliega los flaps, se pega a nosotros y comienza a destruir un motor tras otro. Adiós. Aún nos quedará tiempo para mandar un mensaje a Norfolk informando del caso. R.I.P.
Ser occidental no significa que vayas a vivir eternamente, ¿no os parece?
A bordo del Turbulent, la vida sigue, los torpedistas están recargando nuestros cinco tubos con Spearfish y haciendo las últimas comprobaciones de rigor. Un torpedo fallido puede suponer la muerte. En el siglo XVII, los soldados del Rey decían: "La tuya suerte es la mía muerte". No debe haber errores.
Tenemos al Flanker a 500 metros y ya no hay nada que hacer. El piloto va a intentar maniobrar a baja cota para esquivar el cañón, pero contra él no hay contramedidas. Llega el momento de las confesiones. ¿Te acuerdas de la rubia del comedor de oficiales que era tu novia?. Sí. Fui yo. Al menos moriremos con la conciencia tranquila. El piloto empieza a hacer giros, vueltas y revueltas a 30 metros de altura. El ruso no se complica la vida. Despliega los flaps, se pega a nosotros y comienza a destruir un motor tras otro. Adiós. Aún nos quedará tiempo para mandar un mensaje a Norfolk informando del caso. R.I.P.
Ser occidental no significa que vayas a vivir eternamente, ¿no os parece?