En el año 1941 Hedy conoció, en el transcurso de una fiesta en Hollywood, al compositor vanguardista George Antheil (1900-1959), un espíritu, como ella, inquieto y cultivado con el que en seguida trabó amistad. Lamarr, que desde los tiempos de su primer marido alimentaba un profundo rencor por el régimen nazi, había ofrecido por entonces sus servicios al recién creado National Inventors Council. La oferta de Hedy, como era de prever, fue declinada por las autoridades competentes, que muy amablemente la aconsejaron contribuir, con su glamour y estatuto de estrella, a la venta de bonos de guerra y la emisión de posters propagandísticos. Hedy, que pensaba que con su ingenio y bagaje técnico podía contribuir a la victoria aliada, asistía con temor al avance en Europa de las tropas germanas. En aquel momento se veia como una posibilidad la derrota del ejército inglés y subsiguiente triunfo del régimen nazi.
A pesar de todo, Hedy no se desanimó y continuó dándole vueltas a alguna de las ideas que le rondaban por la cabeza. Una de las principales preocupaciones de la opinión pública respecto al conflicto, como manifestaría en una entrevista años más tarde, era el desequilibrio con que, más allá del Atlántico, combatían las aviaciones británica y germana. Así, mientras los aparatos ingleses entraban en territorio enemigo apenas habían abandonado la base y cruzado el canal, los aviones alemanes podían sobrevolar su propio territorio durante cientos de millas antes de llegar a la zona del conflicto. Hedy intuía que la fabricación de un misil teledirigido podía suponer una nivelación de la balanza, solución que el ejército americano no se atrevía a acometer, según algunos testimonios, por miedo a que las señales de control fueran fácilmente interceptadas o interferidas por los efectivos nazis.
Una tarde, mientras estaba sentada al piano con George Antheil, Hedy tuvo la idea de aplicar alguna de las técnicas musicales de George al control remoto de los misiles de guerra (las distintas versiones difieren sobre este punto, habiendo quien sitúa la anécdota del piano más adelante, cuando Hedy y George resuelven aplicar la técnica de los rodillos). Una radioseñal emitida a una determinda frecuencia por las tropas americanas para controlar un torpedo podía ser fácilmente interceptada y bloqueada por el ejército alemán. ¿Por qué no emitir entonces a distintas frecuencias, una en cada intervalo de tiempo, y según una secuencia que pudiera variar en cada ocasión? La idea, que era simple, requería sin embargo una solución práctica. Para ello Hedy y George, que pasaron largas veladas sentados en una alfombra del recibidor de la mansión de Hedy simulando los distintos ingenios con cerillas y una cajetilla de plata, diseñaron un dispositivo inspirado en los rollos perforados de las pianolas y en las cacofonías de algunos experimentos musicales de George (en su famoso Ballet Mécanique 16 pianolas sonaban simultáneamente en una misma sala, sincronizadas por este tipo de mecanismo.) En el diseño final sendos rollos perforados eran incorporados a las estaciones de emisión y recepción, que podían así sincronizar y conmutar sus frecuencias (en inglés, frecuency hopping) de acuerdo con las instrucciones inscritas en los rollos. De este modo, cualquier intruso que intentara interceptar (o interferir) la señal no podría detectar más que un extraño ruido, perfectamente comprensible, sin embargo, para aquellos que tuvieran en su poder los rollos perforados con la precisa información de la secuencia acordada en cada caso.
El 11 de Agosto de 1942, fecha en la que los Estados Unidos habían ingresado definitivamente en el conflicto, la patente era registrada en Washington con el número de serie 2.292.387, y poco más tarde, cedida al ejército norteamericano. En las imágenes que la documentan puede leerse la inscripción H.K Markey et al. Las iniciales H.K. son las de Hedwig Kiesler (Hedy Lamarr), siendo Markey su apellido de casada de la época. Poco tiempo después, el 1 de Octubre de ese mismo año, aparecía en el New York Times la primera mención pública del invento, a pesar de lo cual, y aunque nadie puso en duda el interés y relevancia del ingenio, las autoridades de la época no consideraron la posibilidad de su realización práctica debido a impedimentos tecnológicos. El propio George Antheil atribuyó el rechazo de su patente a algunas de las indicaciones que habían adjuntado en la documentación y que, dada su fuente de inspiración, se apoyaban en símiles musicales. Imagínense, había escrito, a un hombrecillo de Washington leyendo esas explicaciones y preguntándose cómo diablos iban a introducir una pianola dentro de un torpedo.
De este modo, el ingenio fue olvidado hasta que, años más tarde, las nuevas tecnologías basadas en el transistor de silicio y la fabricación de los primeros microprocesadores permitieron la implantación de métodos eficaces, capaces de incluir la técnica de conmutación de frecuencias. En 1957, quince años después de que la patente de Hedy y George fuera registrada, la firma americana Sylvania Electronics desarrolló un dispositivo de control remoto basado en el frequency hopping y en el que, como es lógico, se habían sustituido los primitivos rollos perforados por circuitos electrónicos. A pesar de esta obligada y lógica innovación, el equipo de ingenieros reconoció en la patente de Lamarr y Antheil (que iba a quedar obsoleta en 1959, año de la muerte del músico) una precursora de su invento. La primera aplicación conocida de dicho principio se produjo poco tiempo después, durante la crisis de Cuba de 1962, en que la flota naval enviada por los Estados Unidos empleó la conmutación de frecuencias para el control remoto de boyas rastreadoras. Después de Cuba la misma técnica fue incorporada en alguno de los ingenios utilizados en la guerra del Vietnam y, más adelante, en el sistema norteamericano de defensa por satélite (Milstar) hasta que en los años ochenta el hopping vio sus primeras aportaciones en ingeniería civil. Así, con la irrupción masiva de la tecnología digital a comienzos de los años ochenta, la conmutación de frecuencias pudo implantarse en la telefonía móvil celular (con el objeto tanto de proteger la señal de interferencias como de garantizar la intimidad de las llamadas), y más en general en la transmisión de datos sin cable, campo en el que, en palabras de David Hugues, todavía no se han explorado todas sus posibilidades.
http://www-ma4.upc.edu/~comellas/hedy/HedyLamarr.htm