Antonio Hortelano, ex-espía del Vaticano

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Alí Bei
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Antonio Hortelano, ex-espía del Vaticano

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Entrevista publicada hoy en "El Mundo":

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/08/0 ... 62588.html

"Soy espía y no lo niego", reconoce a sus 90 años sin rubor. Y lo cierto es que, según revela a Crónica, perteneció a los servicios secretos vaticanos, fue miembro del Mosad israelí, quiso ficharlo la CIA y estuvo detenido por el KGB. Parece el retrato de un 007, pero Antonio Hortelano es un religioso redentorista, especialista en Moral y con un extraordinario recorrido evangelizador a sus espaldas. Y una historia de película.

Porque el cura espía vivió de cerca, directa o indirectamente, todos los grandes acontecimientos de los últimos tiempos y se codeó con los grandes personajes que han pasado o pasarán a la Historia. Desde Golda Meir o Moshe Dayan a Salvador Allende o monseñor Romero. Y, por supuesto, los papas de las últimas décadas.

Pelo blanco, nariz aguileña ("de judío", dice con orgullo), encorvado por el peso de los años, el padre Hortelano sigue conservando una mente absolutamente lúcida, una gran capacidad dialéctica y pedagógica y unos ojos azules que las vieron de todos los colores. Hasta la radiografía de su propia muerte, que le diagnosticaron hace unos meses, de improviso. "Como llegaba de México, me llevaron al Carlos III y me hicieron todo tipo de análisis para ver si tenía la gripe A. Cuando terminaron, el médico me dijo: 'Tengo que darle dos noticias. Una buena y otra mala. La buena es que no tiene la gripe A. La mala, que tiene un cáncer de pulmón en fase terminal'". Pero hasta eso asume con una enorme dignidad. "Me muero. Me quedan unos dos meses de vida. Pero no he querido quimio ni radio. Sólo cuidados paliativos".

-¿Sin miedo a la muerte?
-Ninguno.
-¿Por qué?
-Porque tengo fe y creo en el más allá.
-¿Cómo le gustaría morir?
-Con una sonrisa en los labios.
-¿Y de epitafio?
-La frase de Zubiri: "Pienso, luego existo y existo, no colgado de la nada, sino de Dios".
Son las 10 de la mañana del miércoles 29 de julio. El padre Hortelano nos recibe en su habitación del convento redentorista de la calle Félix Boix de Madrid. Un cuarto pequeño y tan humilde como el de un monje. Una camita a la izquierda, una mesa de escritorio, llena de libros; dos estanterías y una puerta que da a un servicio, también pequeño. Huele a desprendimiento y austeridad. Se sienta en su sillón, se pone su mantita en las rodillas y se prepara para anticiparnos parte de un libro de memorias que ya está casi terminado. Se va a titular El abuelete.

-Un título poco comercial.
-Sí, pero como voy a contar en él cosas duras, prefiero revestirlo de un halo de ternura. Como algo entrañable y familiar.
-Su testamento.
-Mi verdad y una mirada a lo mucho que he vivido.

En general, el padre Hortelano dice no tener mucho de qué arrepentirse. "A veces, no he tenido demasiadas vivencias religiosas y, en ocasiones, he sido egoísta y muy terco". En cualquier caso, no teme al juicio de Dios en absoluto. "Dios cuenta con eso. Pronto llegaré ante él y le diré: 'Aquí está Antonio reportándose'". Además, en su vida también hubo infinidad de cosas buenas. "De lo que más orgulloso me siento es de lo que he trabajado por los demás".

Una vida entregada y repleta de penas y tristezas, como corresponde. Al echar la vista atrás, recuerda que nació en el número 80 del paseo de Colón de Irún. "A 500 metros de donde vivíamos estaba Francia". En el seno de una familia acomodada. De las fuerzas vivas del pueblo. "Mi abuelo materno, Antonio, murió a los 96, siendo el farmacéutico más viejo de España". A los 7 años, la familia de Antonio se traslada a Madrid. "Mi padre tenía leucemia y mi madre pensaba que en Madrid sería más fácil atenderlo. Le dieron un tratamiento de rayos X y fue un éxito para aquella época, pues duró hasta principios de 1931".

Y en Madrid vivió, de niño huérfano, la época de la República. "En el instituto, donde fui compañero de Fernando Fernán Gómez, los jóvenes católicos llevábamos una cruz en la solapa y los rojos, un diablo con cuernos y rabo". Después vino la Guerra Civil y en su casa, se celebraban "eucaristías clandestinas con el padre Ibarrola".

El padre Hortelano echa pestes de Rafael Alberti: "Metía a los prisioneros en cabinas de teléfonos con las paredes electrificadas con alta tensión". Y de Santiago Carrillo, que mandó fusilar a su tío. En cambio, alaba "la genialidad estratégica de Franco".

Excelente estudiante, Antonio Hortelano profesa en los redentoristas el 24 de agosto de 1939. Y con sus extraordinarias dotes humanas y religiosas, pronto se convierte en una de las estrellas de la congregación. Alto, delgado y bien parecido, con sus gafas de pasta, parecía intelectual. Y lo era. Brillante, dicen que hablaba muy bien, que predicaba mejor y que daba clases como los ángeles. "Siempre fui muy popular entre los alumnos, porque, en mis clases, nunca leía. Siempre era esquemático, corto y creativo". Y, encima, sabía seis lenguas. Entre ellas, el alemán a la perfección.

Espía del Vaticano
En la Curia romana se fijaron en él y entró a formar parte de los servicios secretos vaticanos. "Con misiones especiales y de una forma eventual", dice. Pero la verdad es que el propio cardenal Montini, entonces secretario de Estado del Vaticano y futuro Papa Pablo VI, le encomienda muchas misiones especiales. Un día le llama al Vaticano y le dice: "Sospechamos que el cardenal Mindszenty de Budapest ha sido drogado y, por eso, ha hablado por radio a la población a favor del comunismo. Queremos mandar orientaciones a los responsables de la Iglesia. Sabemos que es valiente y arrojado y quiero saber si podemos contar con usted para esta misión".

Aceptó de mil amores, a pesar de los riesgos que corría. Viajó con pasaporte italiano a la Hungría comunista y cumplió su misión. Pero cuando va a coger el tren de vuelta a Viena, lo detectan los espías del KGB, lo detienen, lo someten a un interrogatorio de horas y lo acusan de espionaje. Pero, a las 48 horas y "tras tocar los palillos adecuados, me soltaron y pude regresar". Los palillos son el Vaticano e Israel, los dos Estados para los que trabajaba.

-He trabajado incluso más con el Mosad que con el Vaticano.
-¿Por qué con los judíos?
-Se ve claro en mi cara: soy descendiente de judíos.
-¿Se casa bien el sacerdocio católico con el ser un espía judío?
-Perfectamente. Jesús fue judío de raza y de religión. Y nunca se salió del judaísmo. No se puede ser cristiano sin ser judío.
A través de Roma y del Mosad recibió información privilegiada. Mucha y muy abundante. Cuenta, por ejemplo, que el almirante Canaris, jefe del espionaje de Hitler, era "descendiente de judíos sefarditas expulsados de España en 1492, que se refugiaron en Salónica. Se infiltró en los servicios secretos alemanes y le dictó a Franco la estrategia a seguir en el famoso encuentro con Hitler en Hendaya".
"En la era de la información todo el mundo sabe qué es lo que está pasando, pero muy pocos entienden lo que significa." (Sanz Roldán, en una de sus conferencias)
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